En el mundo de la aventura, no siempre reluce el oro, ni el éxito, ni el hallazgo de lo que se fue a buscar. Es más, con frecuencia no solo no hay oro, ni plata, ni siquiera hojalata, y sí pérdidas, desapariciones, cuando no mutilación y muerte. Es la cara fea del riesgo, de la intención de ser diferente, y del sentimiento de aquel que no sabe permanecer tranquilo y en calma en su propia casa. El destino, y sobre todo la crueldad de la aventura, responde al intrépido dotándole de una humilde cara de tonto en respuesta a la soberbia humana, esa ilusoria pasión que llena de expectativas a la minúscula altura del ser humano.